Cuando la medianoche llega y la luna se deja ver claramente, ella se pasea lentamente y cabizbaja por los jardines colindantes a la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica.
La saliva de su frustruación cae lentamente desde sus colmillos y de los labios de su boca torcida.
Los ratones, ratas, lagartijas u otros reptiloides corren desesperados, en una bien harmonizada sinfonía de lamentaciones. Ahí viene, tal parece que ellos dicen. ¡Huyan!
¡Auuu!
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